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De propiedad municipal se encuentra en el paseo San Luís junto a la ermita dedicado al Santo que da nombre al paseo. Se inauguró en 1989 a raíz del gran impulso y crecimiento que habían experimentado las dos sociedades musicales de Buñol. El Auditorio tiene una capacidad aproximada para 2.500 personas a pie de la roca cortada. Espectacular su visión nocturna pues al encontrarse al aire libre y estar encajonada por la roca cortada, que facilita su acústica, se escucha la música en un entorno privilegiado.
El más destacado es el Molino de Galán, un ejemplo de patrimonio preindustrial y símbolo de la importancia que tuvo la industria papelera en el municipio. Aunque la fábrica comenzó su actividad mucho antes, el edificio está datado en la primera mitad del siglo XIX y tiene una morfología que pretende emular las construcciones domésticas y urbanas. Justo al lado del Molino de Galán pasa el río Buñol, un aspecto que influyó de forma determinante en la aparición y desarrollo de la actividad del papel y que hoy en día conecta con El Parque Fluvial y sirve como zona de recreo y conexión de entornos naturales con zonas culturales. En la actualidad el edificio ha sido rehabilitado, destinando sus plantas para diferentes usos: biblioteca, sala de conferencias, salas de exposiciones, instalaciones deportivas, y el Museo de La Tomatina donde se puede ver una muestra fotográfica de la historia de la misma.
En el cementerio de Buñol, más concretamente en su parte civil, existen importantes pruebas de la presencia de la masonería en la localidad y en la comarca. El camposanto, creado en 1886, tiene 435 tumbas con una simbología "particular y compleja" - Los enterramientos masones continuaron durante el franquismo, grabando simbología en las lápidas de sus sepulturas, burlando a los servicios de inteligencia del régimen que los persiguió con saña. Desde la inauguración en 1886, hasta 1914, fecha de la ampliación del espacio laico, en él se dio sepultura a aquellas personas que por sus creencias e ideología no comulgaban con la iglesia católica, y por tanto no deseaban ser enterrado en lugares llamados sagrados. Es curioso observar, dibujado en el frontispicio, el símbolo masónico del triángulo, el cartabón y el compás, representando la luz y la construcción del Universo. El Cementerio Civil de Buñol es probable que fuera durante años uno de los más antiguos recintos de sus características en el que por voluntad propia eran enterradas las personas no creyentes. En general, los cementerios civiles eran la vergüenza de las familias de los que allí se dejaban. Durante la dictadura franquista tuvo su mala época particular y el cementerio civil fue considerado “non grato” aunque no por ello dejó de usarse como tal.
Está datada hacia finales del siglo XIX. Este es un pequeño edificio neogótico que consta de una pequeña cúpula con bóveda de crucería y un altar. Al parecer esta ermita sustituye a otra más antigua que estaba en el mismo lugar y quedó arruinada a causa de una inundación. Al fondo del altar hay un nicho con ventana policromada de cristal, donde está la imagen del Santo. El templo se levanta en honor a San Luis Beltrán, santo patronal, que según la tradición pasó por Buñol para evangelizar a la alta población morisca y durante su estancia dormía en el acceso al parque de ahí el nombre y la ubicación.
Presidida por la torre campanario de planta cuadrada que se levanta a los pies de la iglesia. La iglesia posee planta de cruz latina con nave central compuesta por cuatro tramos que se corresponden con las capillas laterales, crucero y cúpula en su centro. La obra más valiosa del templo es, sin duda alguna, San José. Es obra muy meritoria de Ignacio Vergara. Está colocado en la nave lateral derecha y aparece en plena contorsión de cuerpo y manifiesto movimiento de ropaje, llevando, lleno de gozo, reflejado en el rostro, al Niño Jesús, arrodillado sobre unas nubes, de donde salen unas cabezas de ángeles con los hombros transformados en alas incipientes. Hay además, un Cristo Yacente, de cabeza antigua, posiblemente también de Vergara y al que el escultor Hervás esculpió el cuerpo, tras ser destruido en la guerra civil.
La torre del telégrafo óptico de Buñol, es una de las torres de la línea Madrid-Valencia, lo que le confiere una importancia histórico-artística dentro de las construcciones telegráficas de mediados del siglo XIX que revolucionaron la mensajería. El telégrafo óptico fue diseñado para ser visto a gran distancia, configurando diversas señales por medio de un mecanismo operado por una o varias personas. Colocando varias torres en cadena se podía hacer que cada una repitiese el mensaje de la anterior, transmitiéndolo así a grandes distancias en un tiempo muy inferior al que requería un mensajero a caballo. No obstante, si bien todas las torres son prácticamente idénticas, se aprecian diferencias en las técnicas de construcción, seguramente sujetas a la disponibilidad de los distintos materiales de construcción de cada zona.